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El año en que todos nos hicimos mayores. Se acabó la niñez y la adolescencia del siglo XXI. Dejamos todo aquello que pudimos dejar y nos quedamos con lo elemental: aire, sol, comida, un lugar para dormir y otro para despertar. Adiós al auto, a la escuela y a las fiestas. Adiós a los abuelos. Adiós a esas reuniones de los viernes y a los viajes que nos abrían la mirada y la mente. Ya no podemos regresar a lo que fuimos. Ojalá se pudiera. La realidad se instaló de una bofetada y nos...
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El año en que todos nos hicimos mayores. Se acabó la niñez y la adolescencia del siglo XXI. Dejamos todo aquello que pudimos dejar y nos quedamos con lo elemental: aire, sol, comida, un lugar para dormir y otro para despertar. Adiós al auto, a la escuela y a las fiestas. Adiós a los abuelos. Adiós a esas reuniones de los viernes y a los viajes que nos abrían la mirada y la mente. Ya no podemos regresar a lo que fuimos. Ojalá se pudiera. La realidad se instaló de una bofetada y nos despertó a todos. La gente se puso en el rostro el semblante del niño al que se le acaba de morir el cachorro. 2020 fue un año de constantes caídas. ¿Quién no perdió algo o a alguien? Una caída diaria. Y como si fuera una broma cruel o el destino, fue un año de 366 días. Cuando inició el año y por las noticias que se escuchaban se sabía que sería un año caótico. Nadie imaginó qué tanto.