Alrededor Del Mundo con 80 Dólares

La mayor parte de estas notas fueron recogidas durante viajes realizados en los últimos años del siglo. Los viajes seguirían después y para desdicha de algunos, también las notas. Por lo general, son testimoniales y poco condescendientes, y en ningún caso -lo que queda en evidencia- se recibió dinero por ellas.

Este es un libro iniciático para viajeros compulsivos, diplomáticos o camareros de la Cunard, ex - agentes de la CIA, tripulaciones de vuelo, hombres de negocios, au...
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La mayor parte de estas notas fueron recogidas durante viajes realizados en los últimos años del siglo. Los viajes seguirían después y para desdicha de algunos, también las notas. Por lo general, son testimoniales y poco condescendientes, y en ningún caso -lo que queda en evidencia- se recibió dinero por ellas.

Este es un libro iniciático para viajeros compulsivos, diplomáticos o camareros de la Cunard, ex - agentes de la CIA, tripulaciones de vuelo, hombres de negocios, au pairs, surveyors de la Shell Oil, escorts, altos comisionados de la ONU, editores del Bussines Traveller... Y es también un libro para los que se quedan en casa sin blanca y no van a ninguna parte como no sea su campamento de verano; y para los que piensan que viajar es un asunto serio y ponen al rojo sus enciclopedias. Y contra aquellos que piensan que existen maneras correctas e incorrectas de viajar, y que un viajero es un sujeto blanco, caucásico, completamente sofisticado, dispuesto a hacer volar por los aires a todos los tour operadores entre el Mar del Norte y Botswana.

Y es un libro contra aquellos que piensan que el turismo de masas nació en Alemania en 1933, y que no sólo es igual de estúpido que el nacional socialismo sino también una enfermedad degenerativa del sistema nervioso, y se comporta peor que un tanque Sheridan con su bonita colección de caracolas.

También es un recuerdo, ni por un instante emocionado, a los viajeros españoles del XIX, a su severidad e irreprimible ingenuidad. Románticos o excéntricos o inesperados estrategas militares... tipos como Badía Leblich, Juan Ansola, Wals y Merino, Alfredo Opisso, entre otros. Y un elogio a ciertos viajeros victorianos, cínicos y vulnerables, que no salían de los camarotes y encomendaban a sus passepartout la visita de los lugares, mientras ellos se quedaban leyendo el Manual de Enfermedades Tropicales.

Finalmente, es un libro para aquellos que piensan que nada como un poco de cosmopolitismo para nuestra propia autoestima, y que a veces los peores viajes hacen la mejor literatura. En cualquier caso, siempre es mejor largarse que quedarse en casa. No importa si usted es un turista común (uno de los inocentes a bordo), o un turista sin escrúpulos, un navegante solitario o un corresponsal extranjero secuestrado en el Líbano, viajar está en su Declaración de Derechos. Y si alguna vez se le ocurriese escribirlo todo y divertirse un poco con eso, ¡Maldita sea, hágalo! No espere que otro lo haga por usted.