La Sal en la Herida

No resulta sencillo hablar de lo que a menudo se me pasa por la cabeza. Quizás escribirlo es más fácil. La mayor parte de los textos, poemas y reflexiones que vas a descubrir a continuación son una experiencia personal que en algunos casos he adornado un poco, no tanto en otros. Y entre ellos, poesía ficticia que ha brotado de mi piel con la mayor sensibilidad que me dio mi madre al nacer, que fue mucha. Sumamente sensible. Sí soy. Todo, absolutamente todo, me afecta,...
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No resulta sencillo hablar de lo que a menudo se me pasa por la cabeza.
Quizás escribirlo es más fácil.
La mayor parte de los textos, poemas y reflexiones que vas a descubrir a continuación son una experiencia personal que en algunos casos he adornado un poco, no tanto en otros. Y entre ellos, poesía ficticia que ha brotado de mi piel con la mayor sensibilidad que me dio mi madre al nacer, que fue mucha.
Sumamente sensible. Sí soy. Todo, absolutamente todo, me afecta, solo que he trabajado ꟷy sigo haciéndoloꟷ para que no me duela, o duela menos. Porque sigue doliendo.
Cada palabra de las aquí escritas me ha escocido, como escuece la herida cuando la sal le penetra, pero ha sanado también, del mismo modo que sana la herida cuando se limpia. Y ahora solo quedan cicatrices convertidas en mis heridas de guerra, perfectamente tatuadas en mi piel y en mi alma con el único objetivo real de no desaparecer, porque al mirarlas, al tocarlas y al abrazarlas, me recuerdan que he luchado, que he sentido, que he vivido; todo, con la fuerza de un ciclón. Al mirarlas, me recuerdo a mí misma que no quiero olvidar lo que he vivido, lo que he sentido, lo que he luchado, porque ellas me han convertido en quien soy ahora.
No ha sido fácil cerrar esas heridas, pero escribirlas me ha ayudado a hacerlo y, de este modo, me he salvado de la perdición de olvidarme a mí misma.
Ahora, al fin, estoy a salvo.