Origen de la Violencia en Quisqueya y CÓmo Erradicarla

En días atrás estuve de visita por la Zona Colonial de Santo Domingo, caminando por la calle El Conde, cuando me encontré con un amigo que hacía tiempo no sabía de él, mi colega el sr. Hernández. Yo andaba con poco ánimo, por cierto, me había concentrado en una serie de incertidumbres con relación a mi familia, que había esto afectado también mi relación con gente del trabajo y con mis amigos más cercanos. Desanimado así, y hasta desesperanzado porque ciertamente la cosa no estaba como...
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En días atrás estuve de visita por la Zona Colonial de Santo Domingo, caminando por la calle El Conde, cuando me encontré con un amigo que hacía tiempo no sabía de él, mi colega el sr. Hernández. Yo andaba con poco ánimo, por cierto, me había concentrado en una serie de incertidumbres con relación a mi familia, que había esto afectado también mi relación con gente del trabajo y con mis amigos más cercanos. Desanimado así, y hasta desesperanzado porque ciertamente la cosa no estaba como quien dice, en el mejor momento de mi vida; como digo, vi a Hdez, y comenzamos a caminar y a charlar; en la conversación éste me refirió a un conocido nuestro a quien tenía yo más de veinte años sin saber nada de su vida, entonces este amigo me habló de él, de este modo:

--¿Tú te acuerdas de José? el joven elegante y muy dinámico que vivía en la calle tal --le respondí que sí--, el que se había casado con la mujer a quien amaba, y habían criado varios hijos buenosmozos y muy bien portados; que tenía una oficina con buenos clientes, y se dedicaba a la comunicación, dándole ello un sentido de respeto publico envidiable; --lo recuerdo-- que también daba conferencias con mucha frecuencia en lugares abarrotados de personas interesadas en sus conocimientos y en su manera de transmitir estos.

--¿Recuerdas cómo tenía su casa bien ordenada y sus cuadros pintados por él mismo?; aquello ofrecía una fragancia de superación; parecía que era el hijo mimado del cielo --" Sí, ¿y? ", le dije con cierta ansiedad porque mi amigo no aterrizaba, seguía dando vueltas y no me llegaba al punto de lo que buscaba decirme--, pues hace algunos días me enteré --continuó él, con tono intrigante-- me enteré que José desbarató su matrimonio, cerró su empresa y se alejó de los medios públicos.

--¿Cómo así, consiguió algo mejor, una mujer, otro negocio? le pregunté.

--¡No, mi hermano!, el hombre lleva un largo tiempo soló, más de doce años, sin hogar, ni empresa, ni nada.

--Pero... ¿qué fue lo que sucedió, la esposa le fue infiel, él se volvió otra persona...? continué con mi averiguación.

Nada de eso --concluyó él--, el asunto tiene que ver con algo complicado de explicar, pero fácil de entender, con una serie de temas, tan singulares, que amerita que hablemos largo rato para detallar toda la odisea, así lo podrás entender.

El hombre había despertado mi más profundo interés sobre la historia de este José, entonces acordé con él reunirnos en cierta casa para hablar de los distintos temas que surgieron de la extraña crónica.

Quiero invitar a los distinguidos lectores y lectoras a que me acompañen a escuchar, de viva voz, lo que será compartido durante este encuentro. Necesitamos construir nuestra máquina del tiempo, vayamos pues, a recolectar las primeras piezas, para recuperar el ADN de los primigenios habitantes quisqueyanos.

Al fin y al cabo, esa es la idea.